miércoles, 14 de enero de 2009

Once y un minicuentos.

Una selección de
José María Merino

El sueño de la mariposa

Soñó que era una mariposa y al despertar no supo si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que estaba soñando ser un hombre.
El viejo, su mujer y el ladrón

Era un mercader rico, pero muy viejo, que tenía una mujer joven y hermosísima, a la que él mucho amaba. Una noche entró un ladrón en casa del mercader, y su mujer, que estaba despierta, tuvo tanto miedo, que se metió en la cama de su esposo y le abrazó tan reciamente, que lo despertó. Entonces él vio al ladrón y le dijo: "Toma cuanto pudieres llevar y vete sin miedo, porque me has dado la dicha de que mi mujer me abrace".

El gesto de la muerte

Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.
El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
-Esta mañana, ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
-No fue un gesto de amenaza -le responde- sino de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana, y debo tomarlo esta noche en Ispahán. Jean Cocteau.

El destinado

Está en su cuarto vistiéndose, con los minutos contados, para un entierro.
Entre pantalón y zapatos, corbata y chaleco, le tientan y le sientan pensamientos jenerales, con una exijencia mayor que la otra prisa. Pero ha visto en una puerta un clavo a medio salir, derecho, brillante, justo, perfecto; atractivo de clavar, innecesario de clavar. Y tiene a mano la percha de su americana, martillo de madera tan apropósito para clavar el clavo tentador. Deja el entierro, demora los pensamientos jenerales, coje la percha y se pone a clavar con esmero lento el clavo.

Tema para un tapiz

El general tiene sólo ochenta hombres, y el enemigo, cinco mil. En su tienda el general blasfema y llora. Entonces escribe una proclama inspirada, que palomas mensajeras derraman sobre el campamento enemigo. Doscientos infantes se pasan al general. Sigue una escaramuza, que el general gana fácilmente, y dos regimientos se pasan a su bando. Tres días después el enemigo tiene sólo ochenta hombres y el general cinco mil. Entonces el general escribe otra proclama, y setenta y nueve hombres se pasan a su bando. Sólo queda un enemigo, rodeado por el ejército del general, que espera en silencio. Transcurre la noche y el enemigo no se ha pasado a su bando. El general blasfema y llora en su tienda. Al alba el enemigo desenvaina lentamente la espada y avanza hacia la tienda del general. Entra y lo mira. El ejército del general se desbanda. Sale el sol.

La llamada a la puerta

Toc, toc, ¿quién será? ¿Abuelito con los regalos de Navidad?
Toc, toc, ¿quién será? ¿Giorgio? ¡Dios mío, si en casa se dan cuenta!
Toc, toc, ¿quién será? Apuesto a que es él. Con los años no se le pasan las ganas de gastar bromas, a mi Giorgio.
Toc, toc, ¿quién será? ¿Tonino que vuelve a estas horas? ¡Oh, esos dichosos hijos!
Toc, toc. Debe de ser el viento. ¿O los espíritus? ¿O los recuerdos? ¿Quién podría venir a buscarme?
Toc, toc toc.
Toc, toc.
Toc.
Fin

El profesor Jones había estado trabajando en la teoría del tiempo durante muchos años.
-Y he encontrado la ecuación clave -le dijo un día a su hija-. El tiempo es un campo. Esta máquina que he construido puede manipular, incluso invertir, ese campo. Pulsando un botón mientras hablaba, añadió: Esto debería hacer que el tiempo fuera al revés al fuera tiempo el que hacer debería esto: Añadió, hablaba mientras botón un pulsando. Campo ese, invertir incluso, manipular puede construido he que máquina esta. Campo un es tiempo el. -Hija su a día un dijo le- clave ecuación la encontrado he y-.
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El pozo

Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años.
Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa.
Veinte años después, mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse.
En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en su interior.
Éste es un mundo como otro cualquiera, decía el mensaje.

69

Despiértese, que es tarde, me grita desde la puerta un hombre extraño. Despiértese usted, que buena falta le hace, le contesto yo. Pero el muy obstinado me sigue soñando.

El árbol de la vida

Encontró el árbol de la vida y no se lo dijo a nadie. Él solo comió de sus frutos. Y solo quedó en el mundo cuando la Humanidad desapareció.
Ahora busca por toda la eternidad el árbol de la muerte.

Caracol

Se puso el caracol en el oído y oyó el ruido del mar mientras la tarde espléndida se oscurecía y el aire diáfano se volvía agua. Cuando vio pasar un pez frente a sus ojos pensó que se ahogaría y, rápidamente, separó el caracol de su oreja. La luz volvió y el agua se hizo aire transparente. Aliviado, respiró hondo y se pasó la lengua por los labios húmedos que aún conservaban restos de sal.

El hombre invisible

Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.

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