sábado, 25 de diciembre de 2010

10 métodos de estrategia de manipulación inducida o como manipular a la gente a través de los medios


Mea culpa… como estrategia de manipulación inducida

09/10/2010 por Atreyu

Hace pocos días distintos medios en Internet han publicado un breve artículo de Noam Chomsky, titulado “Las 10 Estrategias de Manipulación Mediática”. Se trata de un listado en el que describe, de forma muy sintética las estrategias que utilizan los medios de información para manipularnos a su antojo.

Ese artículo nos recuerda algo que ya sabemos… ¿o no? Para una mayoría de las personas las estrategias de las que habla Chomsky distan mucho todavía de ser algo evidente. Por eso creo que este breve artículo podría convertirse en un pequeño recordatorio que uno debe tener a mano, y que le sirva para hacer prácticas de cómo descubrir para sí mismo, y señalar a todos los que aún no las vean, esas estrategias en la forma en la que nuestros periódicos y televisiones manejan la información: lo que nos cuentan y lo que nos ocultan. Y cómo todo eso van conformando nuestra concepción de la realidad. Tampoco estaría mal que este tipo de conocimientos tuvieran su sitio en las aulas…

Incluyo a continuación el artículo Lista de las “10 Estrategias de Manipulación” a través de los medios y a continuación hago una reflexión sobre el punto número 9 del listado

1. La estrategia de la distracción

La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética.

“Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

2. Crear problemas y después ofrecer soluciones

Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.

3. La estrategia de la gradualidad

Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.

4. La estrategia de diferir

Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.

5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad

La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”.

6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión

Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…

7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad

Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad

Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…

9. Reforzar la autoculpabilidad

Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!

10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen

En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.

Una reflexión sobre el punto número 9: Reforzar la autoculpabilidad

Encuentro que este es un punto que, de alguna manera, se diferencia de todos los otros. Los demás tienen en común que se refieren a una manipulación desde el exterior. Sin embargo, éste contiene una clave muy particular, porque la manipulación consiste en promover que sea el propio individuo quien se autocensure y autolimite.

Recientemente he caído en la cuenta de que la estrategia de reforzar la autoculpabilidad parece especialmente diseñada a la medida de los buscadores e idealistas. De aquellos que estamos firmemente convencidos de que la mejor –o incluso la única- manera de arreglar el mundo es arreglándonos a nosotros mismos. Los que -en palabras de la madre Teresa de Calculta- pensamos que si cada uno barriera delante de su casa el mundo estaría limpio.

Esto que es nuestra verdadera fortaleza puede ser también nuestra máxima debilidad. El hecho de que hagamos un gran uso de la introspección para observar nuestras incoherencias nos hace especialmente vulnerables a este tipo de manipulación si no entendemos que puede ser utilizada por aquellos que, como dice, el punto 10 del listado de Chomsky nos conocen mejor que nosotros mismos… y además de eso su objetivo es ejercer el máximo poder sobre nosotros, en su propio beneficio.

Y es que uno puede pasarse la vida entera buscando perfeccionarse como para alcanzar la suficiente talla moral para levantar la voz contra lo inmoral, o lo escandalosamente injusto…sin encontrar nunca que ese momento ha llegado. Por eso es importante comprender que es también en ese equilibrio interior-exterior donde se ha de trabajar el crecimiento, porque de lo contrario estaríamos contribuyendo –en nombre de un mal entendido autoperfeccionamiento- a que el mal siguiera campando a sus anchas.

En estos momentos la Humanidad está en el ojo del huracán de un cambio monumental. Mal y Bien, Luz y Oscuridad, están -mientras se desmorona una concepción de la realidad y emerge una nueva- completamente polarizados e inextricablemente unidos.

En el exterior observamos un avance rapidísimo en lo que tiene que ver con los recortes de libertades. No deberíamos buscar engañarnos a ese respecto negando la evidencia. Evidentemente, en amplios sectores de la población existe una percepción creciente de desasosiego, pero lo cierto es que la mayoría de las personas es aún muy inconsciente de lo que está sucediendo en el mundo detrás del telón. Por tanto, queda mucho trabajo por hacer.

Pensar está ahora mismo prohibido. Sin embargo, es un acto de libertad que sigue siendo imprescindible.

Lo que podemos hacer

Tomar conciencia de que son las ideas lo que está en el origen de nuestra realidad material. Si no nos gusta lo que hemos proyectado fuera tenemos que revisar las creencias que están en el origen de nuestras creaciones. Y este trabajo, (que lo es, y muy intenso), si lo queremos llevar a cabo por nosotros mismos requiere de tiempo, silencio y reflexión.
Por tanto, debemos seleccionar con cuidado las semillas que colocamos en la mente; podemos elegir mensajes que nos hacen sentir pequeños o, por el contrario, los que nos ponen en contacto con todo nuestra potencial. Es una decisión.
Las estrategias de los medios de comunicación (prensa y televisión) de las que hemos hablado en este post están dirigidas a hacer de nosotros marionetas al servicio de un poder superior. Nos corresponde decidir si queremos ese u otro futuro para nosotros.
La situación crítica ante la que se halla nuestra civilización necesita que un porcentaje de población acepte el reto de sembrar en sus mentes, y regar con sus actos, la semilla de aceptarse a sí mismos como consciencia creadora ilimitada capaz de crear un mundo de equilibrio y armonía para todos. Cada uno de nosotros, ejerciendo su soberanía individual, puede decidir si quiere unirse a ese grupo de población que, desea aliarse con las fuerzas de la evolución para hacer realidad ese objetivo.
Video corto que refleja muy bien la forma en que la sociedad modela nuestras creencias limitantes

domingo, 12 de diciembre de 2010

Prometeo


MANUEL VICENT 12/12/2010

Cada día hay más distancia entre los que saben mucho y los que saben poco, entre los que lo pueden todo y los que no pueden nada. Cada día son más los que obedecen ciegamente a unos pocos y es más profundo el vacío entre esos seres innombrables que ostentan el poder sin límite sobre nuestras vidas y la sociedad invertebrada que se mueve abajo como un ganado lanar. No obstante, existen unas reglas precisas para que la gente obedezca sin rebelarse, creyéndose libre. Ante todo hay que tener al público contento y culpabilizado, sin darle tiempo a pensar. En cualquier caso, será necesario agitarlo con un látigo para que baile y se divierta ante una hipotética catástrofe que se avecina. Se le azotará alegremente con espectáculos de masas, con la basura de la televisión, con un sexo imposible al alcance de la mano, con ídolos del deporte, que sobre los vertederos industriales de las ciudades erigirán unos cuerpos desnudos en las vallas publicitarias como productos deseados, pero en medio del sonido que desprende una fiesta semejante se deberá oír una voz potente que anuncie medidas dolorosas, necesarias e inevitables para salir de la crisis sin que se nos permita dejar de bailar. La voz repetirá una y otra vez que todo ha sucedido por nuestra culpa. Queríamos tener dos casas, un coche de gran cilindrada, ir de vacaciones de verano a Cancún o a esquiar a los Alpes, y no cesamos de consumir sin freno, de exigir trabajar menos y cobrar más. Protegidos por el vocabulario críptico de la alta tecnología, por el jeroglífico indescifrable de las leyes religiosas del mercado, el sistema hará que te sientas un menor de edad, ignorante y cómodo en medio de la mediocridad general, te hará correr agónicamente hacia el pesebre repleto de alfalfa y cuando te tenga del todo en sus manos te enseñará a balar. Pero recientemente ha surgido un nuevo Prometeo que ha vuelto a robar el fuego del Olimpo. El héroe mitológico se ha encarnado en Julian Assange, el creador de Wikileaks, al que han encadenado para dejarlo a merced de las alimañas. Ha sido el primero, pero pronto tendrá una legión de seguidores dispuestos a apropiarse de la alta tecnología informática, como del fuego sagrado, y entonces serán los corderos los que desafíen y suplanten a los dioses.

jueves, 28 de octubre de 2010

martes, 26 de octubre de 2010

“Es necesario ‘un nuevo Nuremberg’ para los especuladores financieros”


Declaraciones de Jean Ziegler, miembro del comité consultivo del Consejo de Derechos Humanos de la ONU


Los especuladores financieros, causantes de la crisis mundial, deben comparecer ante un nuevo “tribunal de Nuremberg”, similar al que juzgó a los nazis después de la Segunda Guerra Mundial, afirma el analista y miembro del comité consultivo del Consejo de Derechos Humanos de la ONU Jean Ziegler.

La “responsabilidad final” de la crisis económica “es de las entidades capitalistas, de los especuladores de las bolsas, esos bandidos a los que hay que sentar ante una corte penal internacional, ante un nuevo Nuremberg”, señala Ziegler, quien estos días presenta en Madrid la edición española de su libro “El odio a Occidente”.

Esta obra denuncia el incumplimiento de los compromisos de las naciones más ricas con la ayuda a los países subdesarrollados, y el neocolonialismo lanzado por las empresas multinacionales amparadas en un sistema financiero “caníbal”, como subraya Ziegler en una entrevista con Efe.

El que fuera relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación entre los años 2001 y 2008 no deja títere con cabeza y arremete contra las instituciones que considera cómplices de esos “piratas financieros”, como la Unión Europea, a la que califica como una “organización mercenaria del gran capitalismo internacional”.

Ziegler recuerda que en octubre de 2008 “los países de la zona euro decidieron en París pagar 1,7 billones de euros para evitar el colapso financiero y garantizar los créditos interbancarios”, y que antes de que terminara ese año esos mismos estados habían recortado drásticamente las partidas del Programa Alimentario Mundial (PAM)

“Hoy día, el presupuesto del PAM es de 3.200 millones de dólares, la mitad del que había anteriormente. Eso significa, por ejemplo, que en Bangladesh se eliminan todas las comidas escolares y que un millón de niños se queda sin su principal fuente de nutrición diaria”, asegura Ziegler, quien acusa sin reparos a los “bandidos de la especulación”.

“Son criminales que han cometido crímenes contra la humanidad, en el sentido estricto del término según la justicia internacional. Sus acciones han provocado la muerte de millones de personas, mientras continúan con su estrategia para dominar el mundo”, agrega Ziegler.

Se refiere a la conferencia internacional que estos días se ha reunido en Nueva York para analizar el cumplimiento de los llamados “Objetivos del Milenio” de la ONU destinados a avanzar, antes de 2015, en la erradicación de la pobreza, el hambre, el analfabetismo, la desigualdad de género, la mortalidad infantil, las epidemias y la destrucción del medioambiente, entre otras metas.

“Han pasado dos tercios del tiempo desde en el 2000 se reunieran por primera vez 298 jefes de Estado y Gobierno, y vemos que la situación es inversa. Cada cinco segundos un niño menor de diez años muere de hambre en el mundo. Más de 37.000 personas mueren de hambre cada día y 2.000 millones sufren desnutrición”, destaca.

Lo peor de todo, insiste Ziegler, es que con la agricultura actual podría producirse suficiente alimento como para mantener a 12.000 millones de personas, es decir, el doble de la población mundial actual.

“La muerte de hambre de un niño hoy día es un asesinato. Este es un orden mundial caníbal”, sentencia.

El también autor de “El imperio de la vergüenza” (2006) se refiere asimismo en su nuevo libro a la lucha de las multinacionales por el control de los recursos energéticos de Nigeria y a la nacionalización por el presidente boliviano, Evo Morales, de la producción del gas y la minería en su país que antes controlaban las empresas extranjeras.

Una mención especial le merece el presidente estadounidense, Barack Obama, de quien destaca en la entrevista que “la esperanza fue tan grande con un afroamericano en el poder en EEUU que la decepción es, si cabe, más grande”.

No obstante, disculpa a Obama por el “terreno minado” en que se mueve: “hay tres líneas rojas en EEUU que un presidente no debe cruzar. No debe ofender al complejo industrial militar, un estado dentro del Estado, ni a Wall Street, ni al lobby sionista en su país”.

“Obama sabe perfectamente que si ataca a cualquiera de estos grupos, será asesinado”, afirma Ziegler rotundo.

Como salida a tan negra situación, este profesor egregio de la Universidad de Ginebra llama a la creación de un frente solidario entre la nueva sociedad civil “que crece en Occidente” y los movimientos sociales de los “pueblos del Sur”, a fin de hacer la que sería “la primera revolución mundial victoriosa”.


domingo, 24 de octubre de 2010

El acoso del razonamiento

JAVIER MARÍAS 24/10/2010

Hasta hace no mucho tiempo, existía una tradición inviolable, y lo que quiero decir con este exagerado adjetivo es que por supuesto podía violarse, pero quien lo hacía quedaba inmediatamente expuesto al descrédito y privado de razón. Esa tradición atañía a la discusión, ya se diera en el ámbito privado, ya en el público. Si alguien afirmaba algo en el transcurso de una cena o de una tertulia, y un interlocutor se lo rebatía con argumentos, el primero estaba obligado a refutar a su vez y a aportar nuevas razones que sustentaran lo que había afirmado y desbarataran las esgrimidas por el segundo. Si no encontraba esos nuevos argumentos, o éstos carecían de peso y no resultaban convincentes –no ya para el adversario, sino para los presentes, que en cierto modo ejercían de árbitros, aunque sólo fuera con murmullos de aprobación o desaprobación–, sus aseveraciones iniciales debían ser retiradas o matizadas, o quedaban lo bastante desautorizadas para diluirse: en todo caso no prevalecían. Le suponía aún mayor desdoro irse por las ramas y evitar la confrontación, lo que hoy se llama –con expresión pedestre– “echar balones fuera”: cambiar de tema e intentar desviar la atención del aprieto en que se hubiera metido. Y la peor de todas las reacciones, la que más lo desprestigiaba y jamás se consentía, era no contestar nada, callar, fingir que lo aducido por su contrincante no había existido ni por tanto necesitaba réplica. Dentro de esa tradición se inscribía el viejo dicho “El que calla, otorga”, esto es, el que mira hacia otro lado y se pone a silbar, el que se hace el distraído y no se da por aludido tras una interpelación directa, está concediendo la razón al otro, está reconociendo su arbitrariedad o su equivocación. Y eso vinculaba, quiero decir que ese individuo ya no podía volver a la carga y seguir afirmando lo que había sido incapaz de demostrar o defender; quedaba desarbolado, y, cada vez que insistiera en sus opiniones carentes de base y de sostén, se le recordaría la argumentación que no pudo combatir.

Esta vieja tradición dialéctica, fundamental para la convivencia, ha saltado por los aires. Los políticos actuales no habrían sobrevivido a un solo rifirrafe de estas características hace veinte años, no digamos hace cincuenta. A ninguno se le habría tolerado –o no sin un monumental descrédito para él– hacer caso omiso de las preguntas de los periodistas, de las opiniones fundadas de los columnistas, de las argumentaciones de sus adversarios. No habría sido de recibo que contestaran “Eso hoy no toca”, o “Qué buen tiempo hace”, o “Lo único que importa es que somos lo mejor para España” ante una pregunta directa o en medio de una discusión. Se los habría llamado de inmediato al orden: “Oiga, no me ha respondido”, o “No ha refutado lo que le he dicho”; y si se hubieran empeñado en seguir rehuyendo la cuestión, nadie les hubiera aceptado que volvieran a hablar, al menos no de esa cuestión. Esta actitud de los políticos no sólo se consiente y no les trae consecuencias, sino que además ha contagiado al resto de la sociedad. Lo habitual es hoy que, si alguien aduce o argumenta algo con suficiente convicción y el interpelado no sabe oponer resistencia, éste finja no haber oído, o es más, finja que nadie ha oído, que las palabras que lo incomodan no han sido pronunciadas o escritas, no han existido. A veces, como mucho, las despacha con ese comodín ridículo de “Esa es su opinión”, como si las opiniones ajenas no nos afectaran y no debieran ser refutadas o contrarrestadas por la propia, eso sí, con argumentos. Hoy es posible asistir a este diálogo: “El sol sale por oriente”. “Ah, esa es su opinión”.

Lo más grave de esta actitud generalizada, y admitida por los espectadores o árbitros, es que pronto, muy pronto, los que se molestan en razonar desistirán de ello, en vista de su inutilidad. Y eso es lo que en el fondo anhelan los políticos y cuantos no soportan disensión ni discrepancia alguna. Hace unos meses leí que ya se había producido un abandono: Félix de Azúa, uno de los mejores argumentadores de nuestro país, anunció que dejaba sus colaboraciones en El Periódico de Catalunya ante la imposibilidad no ya de convencer a nadie de nada, sino ante la evidencia de que sus columnas eran leídas como quien lee llover (no pude ver ese texto suyo, pero sí algunos comentarios sobre él). ¿Cuánto van a durar deslomándose, dándose con la cabeza contra una pared o contra el vacío, los que aún aspiran a tener razón –y, por tanto, a que se les dé– y se preocupan de demostrar que la tienen mientras otro no se la quite con las mismas armas dialécticas de buena ley? ¿Cuánto más durarán sin hartarse los Savater, Ferlosio, Ramoneda, Juliá o Gómez Pin, por mencionar a unos pocos articulistas de este diario, si lo único que obtienen son ladridos en el mejor de los casos y oídos sordos en el peor? ¿Si los gobernantes o los contrincantes no se dan por aludidos aunque hayan sido señalados con el dedo, y no van a sentirse obligados a responder ni a rectificar, y la ciudadanía en pleno se lo consiente? A este paso llegará un día en el que las cabezas pensantes habrán sido anuladas por el agotamiento, el hastío, el desaliento que esta situación produce. Y entonces estaremos aún más desahuciados: aunque ahora no haya respuestas ni reacción, y sólo “balones fuera”, los argumentos todavía existen, y los lectores-árbitros disponemos de ellos. Lo malo de veras será cuando a nadie le compense el esfuerzo, y nadie lleve la contraria a los vacuos que –ellos sí, impertérritos– seguirán hablando, e imponiendo.

jueves, 21 de octubre de 2010

viernes, 15 de octubre de 2010

Nuevo ejército

JUAN JOSÉ MILLÁS 15/10/2010

Esa fotografía en la que Zapatero explicaba humildemente a los señores de Wall Street las medidas que habíamos tomado para calmar su ira, es terrible. El ruido de sables ha sido sustituido por el de la ladronera, pero los golpes de Estado siguen siendo golpes de Estado, los dé un general o un financiero. Sometida al fin la institución castrense al poder civil, los políticos se humillan ahora ante los coroneles de la Bolsa. Si hubiéramos visto a nuestro presidente en semejante actitud frente a los generales del Alto Estado Mayor, nos habríamos echado las manos a la cabeza. Quiere decirse que las pistolas han sido sustituidas por corbatas de seda y los uniformes verdes por trajes de Armani. El resultado final es que a usted y a mí nos aprietan las tuercas (si tenemos la fortuna de que todavía haya margen para apretárnoslas).

A todo esto, hablamos de la globalización como de un tropismo en cuyo crecimiento no hubieran intervenido decisiones políticas de ninguna clase. Aceptamos como inevitable la existencia de los mercados globales al tiempo de afirmar su ingobernabilidad. En otras palabras, ni somos responsables de su aparición ni tenemos margen de maniobra alguno para corregir sus atropellos. He aquí la gran trampa intelectual del fenómeno. Dado, pues, que lo que sufrimos es un desastre natural y no un atraco pistola en mano, los políticos peregrinan hasta los nuevos cuarteles, donde son recibidos por los dioses del dinero, a quienes prometen el sacrificio de equis doncellas y de tantos jóvenes para apaciguar sus ánimos. Pero cuantos más sacrificios les ofrecemos, más se enfadan. No habíamos terminado de rescatarlos de su bancarrota con el dinero del contribuyente (el de usted y el mío) y ya estaban solicitando más vírgenes, más jóvenes, menos déficit. ¿Cómo se somete a un ejército de esta naturaleza?

miércoles, 13 de octubre de 2010

Pagas récord en Wall Street

Según los primeros cálculos son 144.000 millones de dólares, es decir, un 4% más que en 2009

SANDRO POZZI - Nueva York - 12/10/2010

Se acerca el final de año, y empiezan a circular los primeros cálculos de las pagas récord que recibirán los chicos de Wall Street: 144.000 millones de dólares, es decir, un 4% más que en 2009, según un estudio de The Wall Street Journal en base a las remuneraciones en las 35 principales firmas.

De acuerdo con el análisis, las pagas subirán en 26 de las entidades de inversión que operan en Nueva York. Las cuantiosas pagas, que incluyen sueldos, cobertura sanitaria, pensiones y, claro, primas, están vinculadas a los ingresos. El rotativo calcula que la facturación subirá un 3%, hasta los 448.000 millones.

Es decir, las instituciones financieras destinarán de media un tercio de los ingresos a remunerar a sus empleados. La paga récord en 2010 llegará dos años después del terremoto con epicentro en el colapso de Lehman Brothers. La previsión es que estas entidades ganen 61.300 millones, un 20% que el máximo de 2006.

La proyección en las remuneraciones se publica en la víspera de que JP Morgan Chase de a conocer sus resultados del tercer trimestre. Será la primera de los titanes de Wall Street, a la que seguirá la semana próxima Citigroup, Goldman Sachs, Bank of America, Wells Fargo y Morgan Stanley.

Una reciente encuesta de eFinancialCareers ya anticipó que la mitad de los profesionales de Wall Street esperaban este año un aumento en las remuneraciones respecto a 2009. La pagas, por tanto, siguen dando de que hablar. De confirmarse la proyección del Journal, será el segundo récord consecutivo.

Los sueldos desorbitados en el sector financiero y los premios al rendimiento de sus empleados están considerados como uno de los factores que llevaron a los bancos a asumir más riesgo de los debidos, por los beneficios a corto plazo. El pasado verano, EE UU adoptó nuevas directrices en la política de pagas.

La nuevas reglas, sin embargo, no prohíben ningún tipo específico de incentivo ni establece límites a las remuneraciones. Las entidades que recibieron fondos públicos durante la crisis fueron muy criticadas por sus prácticas, pero tras la devolución de las ayudas Washington tiene escaso margen para exigir.

Lo que está por ver ahora es como afectará la inflexión en la recuperación económica y los nuevos problemas inmobiliarios al balanza de los bancos. A lo que se le sumará la reacción de la banca al fin de las rebajas fiscales acordadas por George Bush a las rentas más altas, que expiran a final de año.

viernes, 8 de octubre de 2010

Donde comienza el disparo

08/10/2010 José Zafra Castro

No, no todos los sindicalistas liberados son unos gorrones, ni todos los musulmanes unos terroristas; tampoco todos los curas son pederastas, ni los gitanos son todos unos maleantes. Tal vez nos gustaría que las cosas fueran así de simples, pero lo cierto es que no lo son. ¿Qué nos impulsa a urdir equiparaciones tan burdas? No hay que olvidar que pensamos a través de conceptos, y que los conceptos son mecanismos de simplificación. Su trabajo consiste en decretar que lo meramente parecido es, pese a lo diverso de su apariencia, exactamente lo mismo. El concepto abomina de los matices. Mediante él nos enfrentamos al mundo (al categorizarlo), y también al resto de seres humanos. Poderosas corrientes biológicas nos impulsan en esa dirección, cuyo curso --a estas alturas de la historia-- nos parece imposible de remontar.

Nos convertimos en humanos cuando somos capaces de subir, a través del concepto, de lo concreto particular a lo abstracto en general; pero degeneramos hasta el límite de lo infrahumano cuando, cegados por lo universal, perdemos de vista lo concreto. En cierto modo, no hay dos manzanas iguales, a pesar de que el término "manzana" nos fuerce a realzar lo que hay de común entre ellas para aplastar sus diferencias. Tampoco hay dos liberados iguales, ni dos musulmanes, ni dos curas, ni dos gitanos. Tal vez nos sentiríamos un poco mejor si todos los liberados fuesen unos golfos gorrones, pues el acto de pensar implica un esfuerzo muchas veces penoso, y llegar a la fórmula "todos los X son Y" representa, sin duda, un descanso. Es más, parece que ese afán generalizador está inscrito en nuestros genes, y que nuestra supervivencia como especie depende en gran medida de él. Pero también puede conducirnos al desastre, especialmente cuando nos deslizamos desde el terreno del pensamiento al de la acción.

La política es acción. La acción es tanto más eficaz cuanto más se funda en pensamientos toscos, mal elaborados. Pensar las cosas hasta el final implica una labor de ajuste permanente entre un determinado concepto y lo mentado por él. Esa labor nunca termina. De ahí que la persona que por oficio o por vocación se dedique preferentemente a pensar sea constitutivamente insegura: nadie podrá persuadirle nunca de que aquello que piensa hace verdadera justicia a la complejidad de lo pensado.

El político rompe el flujo del pensamiento en un punto cualquiera, y desde ese punto cumple su misión: actúa. Y actúa sin titubeos. Nada hay peor, cuando se salta sobre un abismo, que dudar de la capacidad que tiene uno para llegar al otro lado. Los políticos saltan continuamente de incertidumbre en incertidumbre, y arrastran a la sociedad con ellos. Hasta cierto punto, es bueno para todos que el político no se paralice en medio de un pensamiento que nunca podrá estar del todo satisfecho consigo mismo.

Ma non troppo . En nuestras sociedades estatalizadas el político es el administrador fiduciario de la fuerza colectiva. De ahí que si en uso de ese poder irresistible decide plasmar en la realidad alguna generalización precipitada (todos los judíos son unos cerdos, todos los tutsis unas cucarachas, los kulaks son enemigos del pueblo), entonces no es que cometa un simple error categorial, sino que perpetra un asesinato en masa. La misión del "formador de opinión" (y uso premeditadamente este término vago en vez del más corriente de "intelectual") es ir desde las instancias particulares al concepto general, y volver de éste a aquéllas todas las veces que sea necesario. Esto no supone disgregar el pensamiento, sino enriquecerlo. De ahí el peligro que generan esos "formadores de opinión" para quienes todos los musulmanes son unos terroristas, todos los liberados unos gorrones, etcétera.

El asesino no es solo el que dispara sobre la cabeza de un judío, o el que desgarra con un machete el cuello de un tutsi, sino también (y yo diría: sobre todo) el que pone a su disposición las armas letales de un pensamiento no lo bastante elaborado. El crimen medra allí donde el formador de opinión escapa a su responsabilidad y elabora pensamientos falaces. Es precisamente ahí donde comienza el disparo.

lunes, 27 de septiembre de 2010

"La barbarie es fruto de la mediocridad"


IKER SEISDEDOS (ENVIADO ESPECIAL) - Berna - 27/09/2010

A John Le Carré le encanta una buena trama. Cita al periodista una injusta mañana invernal en Berna, en el lujoso Bellevue Palace, uno de esos hoteles que retienen cierta grandeur incluso aunque, como es el caso, albergue una bullanguera convención de productores de gruyère.

A John Le Carré le encanta una buena trama. Cita al periodista una injusta mañana invernal en Berna, en el lujoso Bellevue Palace, uno de esos hoteles que retienen cierta grandeur incluso aunque, como es el caso, albergue una bullanguera convención de productores de gruyère. Podría pasar por el escenario de una de sus novelas si no fuera porque en efecto lo es. En el clímax de Un traidor como los nuestros (Plaza y Janés), su nuevo y estupendo libro, un voluminoso mafioso ruso, dos temibles ex agentes del KGB y un espía británico venido a menos pelean en el vestíbulo del hotel. En una esquina, esta mañana, Le Carré (Dorset, 1931), con blazer azul marino, lee en la columna de cotilleos del International Herald Tribune que la adaptación en proceso de su novela El topo (1974), Gary Oldman encarnará a su célebre creación el agente George Smiley.

"En este mismo salón", recuerda el gran novelista británico de espionaje, "se celebraba los sábados por la tarde un baile cuando llegué en 1949 a la somnolienta Berna escapando de Inglaterra para estudiar alemán. Pagabas tres francos y podías escoger a una chica con la que bailar bajo la atenta mirada de su madre". David Cornwell no era por aquel entonces el John Le Carré de su seudónimo, ese autor que adoran millones de lectores de todo el mundo, ni tampoco había sido aún reclutado en Oxford por el MI6, servicio de inteligencia británico, con una discreta palmadita en la espalda.

Han pasado más de 60 años, pero el viejo espía, que abandonó el servicio a principios de los sesenta, sigue embarcado en la misión de denunciar los problemas de nuestro tiempo desde el subsuelo del mundo del espionaje. En esta ocasión, el tema es el blanqueo internacional de dinero, el podrido Londres plutócrata y la impunidad en la que se mueven los oligarcas rusos. Hay espías, por supuesto, que "trabajan para un país que no alcanza a pagar las facturas" y "en el que el Foreign Office no es más útil que un sueño húmedo" y también hay héroes inconfundiblemente Le Carré, como la pareja protagonista, Perry y Gail, dos tipos normales en una situación completamente anormal.

Esta ronda de entrevistas, asegura el escritor, que vive en Cornualles, el finisterre británico, será la última. Si, como asegura uno de los personajes de Un traidor como los nuestros "los diplomáticos mienten por el bien de su país y los políticos para salvar su pellejo"... ¿Habrá que creer a un autor que ha construido su enorme reputación a partir de tipos tan acostumbrados a vivir en la mentira que olvidan lo que es decir la verdad? "Ya soy una persona mayor", explica Le Carré con la elegancia y la genuina amabilidad que adornan cada uno de sus gestos. "Bastante tengo con concentrarme en escribir. Y los requerimientos promocionales se han hecho enormes".

Pregunta. ¿Siente vértigo al asomarse a los 80 años?

Respuesta. No especialmente, solo agradecimiento por todas las vidas que viví.

P. ¿Tantas fueron?

R. He sido huérfano, interno en el gulag de la enseñanza británica, cristiano fallido, desgraciado, virgen durante demasiado tiempo, marido precoz, espía niñato que buscaba su identidad en la pertenencia a las instituciones del servicio secreto, amante desesperado con aventuras continuas y bastante idiotas. Supongo que maduré demasiado tarde.

P. Esto podría ser un ensayo para su anhelada autobiografía.

R. Siempre que la empiezo, acabo escribiendo una novela y eso está bien.

P. Sabemos por su propia confesión que fue espía en su juventud y que su padre fue un estafador de altos vuelos... ¿Le quedan secretos por desvelar?

R. No querría sonar pomposo, pero un escritor solo tiene un enigma y es su propia vida. Mi padre era un criminal y crecí con ello. Y sí, estuve en el servicio secreto. Nunca revelaría nada de aquel tiempo, por eso supongo que no escribo mis memorias.

P. De ahí que su némesis parezca Kim Philby, el doble agente británico al servicio de la URSS que le delató a usted y a decenas de sus compañeros...

R. No estreché su mano en Moscú cuando pude, en 1989. No quería dignificarlo, como él pretendió tras el parapeto ideológico del comunismo. Cuando nos traicionó, él ya era consciente de lo que era capaz Stalin. Cuando fui a Alemania por primera vez a finales de los cuarenta aún olía a muerte. No entendía cómo habían sido capaces. Luego, ya de mayor, me di cuenta de cada país tiene su barbarie. Y que la barbarie no es un atributo solo de los hombres poderosos. Es consecuencia de la mediocridad. Gente normal haciendo cosas horribles.

P. De la lectura de su última novela se deduce que no cree que el dinero no huela, el non olet de la vieja expresión de los romanos.

R. Apesta a tráfico de drogas, de armas, asesinatos a sueldo, a opresión y a enorme corrupción. Y creo que los bancos son en gran parte responsables del blanqueo internacional de dinero. Mucho más preocupante resulta el asunto en Rusia, donde no existe el dinero limpio.

P. Resulta irónico hablar de este tema en la capital de la confederación helvética... ¿Exigir a un banquero suizo control sobre el blanqueo de dinero es como aspirar a que un relojero de este país pida explicaciones al tiempo?

R. No es un asunto exclusivamente suizo. En Reino Unido los bancos también compiten por lavar más blanco. Le contaré mi propia experiencia en blanqueo de dinero... Cuando Harold Wilson era primer ministro, pagaba el 86% de tasas y si ganabas aún más que yo, podrías verte en la situación surrealista de que tenías que pagar más de lo que ingresabas. Así que una reputada firma contable me aconsejó que constituyese una empresa en Suiza de la que recibir un sueldo. Me metí en este mundo durante unos dos años, hasta que me pillaron. Desde entonces he sido puro y virginal. Nadie sabe ya cuándo el dinero es negro, blanco o gris. La realidad es que cuanto antes entre el dinero negro en el círculo del dinero legítimo, mejor para el sistema, aunque proceda de las más horrendas fuentes. La Rochefoucauld decía que la hipocresía es el peaje que el vicio le paga a la virtud. El propio sistema de los servicios secretos se basa en el dinero negro. Y si por esa razón en todos los países hay un cierto matrimonio entre el crimen y la inteligencia, en Rusia el matrimonio es completo. La Rusia de Putin es un Estado criminal.

P. Lo afirma rotundamente...

R. Lo es. Es una nación sin ninguna experiencia democrática. Sospechan de ella. Hay dos cosas que unen a los rusos; aman su país, siempre que pasan dos semanas fuera lo añoran terriblemente, y les aterroriza el caos. En nombre del patriotismo puedes conseguir mucho si eres un político. No digamos ya del miedo al caos. El truco para gobernar un gran país es convertirlo en víctima. Ya sea con ocasión de las Torres Gemelas o la amenaza chechena. Inventamos los enemigos que necesitamos.

P. Un cliché sobre su obra dice que con el fin de la guerra fría se agotó su tema literario. Da la sensación de todo lo contrario.

R. Es que vino una era posimperial apasionante...

P. Nada que se pudiese considerar, como en la desafortunada visión de Fukuyama, el fin de la historia.

R. ¡Claro que no! El propósito del capitalismo quedó desenmascarado. En una de las últimas apariciones del bueno de [su célebre personaje] George Smiley decía: "Ya hemos vencido al comunismo; ahora nos toca lidiar con el capitalismo". Y en esas estamos.

P. ¿Contra la URSS vivía mejor?

R. Al menos la mitad de los problemas eran de otros. El 11-S ha provocado dos cosas: el completo aislamiento de EE UU y la demonización del islam. A diferencia de los europeos, los americanos piensan que una guerra sirve para algo. Y francamente, no lo entiendo, porque esos tipos han perdido (o no han ganado) todas las guerras en las que se han metido. La II Guerra Mundial la ganaron los soviéticos, no vencieron en Corea, ni en Vietnam. De Irak se han ido con el trabajo sin terminar y no ganarán la de Afganistán.

P. ¿Cambiará algo Obama?

R. Desearía ser capaz de cambiar algo. No sé cómo podrá contra los lobbies, el aparato mediático de la derecha y contra su propio partido, que es extremadamente incompetente y desleal. Está esposado. Y luego está el asunto religioso, nunca pensamos que en el siglo XXI estaría tan condenadamente presente.

P. Desde luego, hay que pellizcarse para creerlo...

R. Mi considerable antipatía hacia Tony Blair viene por ahí. Y eso que le voté creyendo que era de izquierdas, cuando resultó ser más de derechas que Gengis Khan.

P. ¿Cómo ve a los servicios secretos en esta nueva era?

R. Me preocupa su politización. Están al servicio del poder, proporcionan información para sostener sus mentiras. Cuando yo me dedicaba a ello, nos considerábamos como los buenos periodistas; conseguíamos verdades para arrojárselas al poder. La diferencia con los periodistas es que estábamos autorizados a emplear otros métodos, como hablar con traidores, ser desleales, pinchar teléfonos y toda esa basura.

P. A todas luces de eso trata su obra, de hacer cosas erróneas por las razones correctas y los conflictos morales que eso acarrea.

R. Exacto. Sobre el conflicto de lo que nos debemos a nosotros mismos y a la sociedad. Sobre lo que es en realidad el patriotismo.

P. ¿Tiende a dar crédito a las teorías de la conspiración?

R. No. Mi limitada experiencia me dice que si usted y yo conspiramos, uno de los dos se lo contará a su novia, el otro se dejará una maleta olvidada en el metro y ambos olvidaremos sincronizar nuestros relojes.