jueves, 28 de octubre de 2010

martes, 26 de octubre de 2010

“Es necesario ‘un nuevo Nuremberg’ para los especuladores financieros”


Declaraciones de Jean Ziegler, miembro del comité consultivo del Consejo de Derechos Humanos de la ONU


Los especuladores financieros, causantes de la crisis mundial, deben comparecer ante un nuevo “tribunal de Nuremberg”, similar al que juzgó a los nazis después de la Segunda Guerra Mundial, afirma el analista y miembro del comité consultivo del Consejo de Derechos Humanos de la ONU Jean Ziegler.

La “responsabilidad final” de la crisis económica “es de las entidades capitalistas, de los especuladores de las bolsas, esos bandidos a los que hay que sentar ante una corte penal internacional, ante un nuevo Nuremberg”, señala Ziegler, quien estos días presenta en Madrid la edición española de su libro “El odio a Occidente”.

Esta obra denuncia el incumplimiento de los compromisos de las naciones más ricas con la ayuda a los países subdesarrollados, y el neocolonialismo lanzado por las empresas multinacionales amparadas en un sistema financiero “caníbal”, como subraya Ziegler en una entrevista con Efe.

El que fuera relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación entre los años 2001 y 2008 no deja títere con cabeza y arremete contra las instituciones que considera cómplices de esos “piratas financieros”, como la Unión Europea, a la que califica como una “organización mercenaria del gran capitalismo internacional”.

Ziegler recuerda que en octubre de 2008 “los países de la zona euro decidieron en París pagar 1,7 billones de euros para evitar el colapso financiero y garantizar los créditos interbancarios”, y que antes de que terminara ese año esos mismos estados habían recortado drásticamente las partidas del Programa Alimentario Mundial (PAM)

“Hoy día, el presupuesto del PAM es de 3.200 millones de dólares, la mitad del que había anteriormente. Eso significa, por ejemplo, que en Bangladesh se eliminan todas las comidas escolares y que un millón de niños se queda sin su principal fuente de nutrición diaria”, asegura Ziegler, quien acusa sin reparos a los “bandidos de la especulación”.

“Son criminales que han cometido crímenes contra la humanidad, en el sentido estricto del término según la justicia internacional. Sus acciones han provocado la muerte de millones de personas, mientras continúan con su estrategia para dominar el mundo”, agrega Ziegler.

Se refiere a la conferencia internacional que estos días se ha reunido en Nueva York para analizar el cumplimiento de los llamados “Objetivos del Milenio” de la ONU destinados a avanzar, antes de 2015, en la erradicación de la pobreza, el hambre, el analfabetismo, la desigualdad de género, la mortalidad infantil, las epidemias y la destrucción del medioambiente, entre otras metas.

“Han pasado dos tercios del tiempo desde en el 2000 se reunieran por primera vez 298 jefes de Estado y Gobierno, y vemos que la situación es inversa. Cada cinco segundos un niño menor de diez años muere de hambre en el mundo. Más de 37.000 personas mueren de hambre cada día y 2.000 millones sufren desnutrición”, destaca.

Lo peor de todo, insiste Ziegler, es que con la agricultura actual podría producirse suficiente alimento como para mantener a 12.000 millones de personas, es decir, el doble de la población mundial actual.

“La muerte de hambre de un niño hoy día es un asesinato. Este es un orden mundial caníbal”, sentencia.

El también autor de “El imperio de la vergüenza” (2006) se refiere asimismo en su nuevo libro a la lucha de las multinacionales por el control de los recursos energéticos de Nigeria y a la nacionalización por el presidente boliviano, Evo Morales, de la producción del gas y la minería en su país que antes controlaban las empresas extranjeras.

Una mención especial le merece el presidente estadounidense, Barack Obama, de quien destaca en la entrevista que “la esperanza fue tan grande con un afroamericano en el poder en EEUU que la decepción es, si cabe, más grande”.

No obstante, disculpa a Obama por el “terreno minado” en que se mueve: “hay tres líneas rojas en EEUU que un presidente no debe cruzar. No debe ofender al complejo industrial militar, un estado dentro del Estado, ni a Wall Street, ni al lobby sionista en su país”.

“Obama sabe perfectamente que si ataca a cualquiera de estos grupos, será asesinado”, afirma Ziegler rotundo.

Como salida a tan negra situación, este profesor egregio de la Universidad de Ginebra llama a la creación de un frente solidario entre la nueva sociedad civil “que crece en Occidente” y los movimientos sociales de los “pueblos del Sur”, a fin de hacer la que sería “la primera revolución mundial victoriosa”.


domingo, 24 de octubre de 2010

El acoso del razonamiento

JAVIER MARÍAS 24/10/2010

Hasta hace no mucho tiempo, existía una tradición inviolable, y lo que quiero decir con este exagerado adjetivo es que por supuesto podía violarse, pero quien lo hacía quedaba inmediatamente expuesto al descrédito y privado de razón. Esa tradición atañía a la discusión, ya se diera en el ámbito privado, ya en el público. Si alguien afirmaba algo en el transcurso de una cena o de una tertulia, y un interlocutor se lo rebatía con argumentos, el primero estaba obligado a refutar a su vez y a aportar nuevas razones que sustentaran lo que había afirmado y desbarataran las esgrimidas por el segundo. Si no encontraba esos nuevos argumentos, o éstos carecían de peso y no resultaban convincentes –no ya para el adversario, sino para los presentes, que en cierto modo ejercían de árbitros, aunque sólo fuera con murmullos de aprobación o desaprobación–, sus aseveraciones iniciales debían ser retiradas o matizadas, o quedaban lo bastante desautorizadas para diluirse: en todo caso no prevalecían. Le suponía aún mayor desdoro irse por las ramas y evitar la confrontación, lo que hoy se llama –con expresión pedestre– “echar balones fuera”: cambiar de tema e intentar desviar la atención del aprieto en que se hubiera metido. Y la peor de todas las reacciones, la que más lo desprestigiaba y jamás se consentía, era no contestar nada, callar, fingir que lo aducido por su contrincante no había existido ni por tanto necesitaba réplica. Dentro de esa tradición se inscribía el viejo dicho “El que calla, otorga”, esto es, el que mira hacia otro lado y se pone a silbar, el que se hace el distraído y no se da por aludido tras una interpelación directa, está concediendo la razón al otro, está reconociendo su arbitrariedad o su equivocación. Y eso vinculaba, quiero decir que ese individuo ya no podía volver a la carga y seguir afirmando lo que había sido incapaz de demostrar o defender; quedaba desarbolado, y, cada vez que insistiera en sus opiniones carentes de base y de sostén, se le recordaría la argumentación que no pudo combatir.

Esta vieja tradición dialéctica, fundamental para la convivencia, ha saltado por los aires. Los políticos actuales no habrían sobrevivido a un solo rifirrafe de estas características hace veinte años, no digamos hace cincuenta. A ninguno se le habría tolerado –o no sin un monumental descrédito para él– hacer caso omiso de las preguntas de los periodistas, de las opiniones fundadas de los columnistas, de las argumentaciones de sus adversarios. No habría sido de recibo que contestaran “Eso hoy no toca”, o “Qué buen tiempo hace”, o “Lo único que importa es que somos lo mejor para España” ante una pregunta directa o en medio de una discusión. Se los habría llamado de inmediato al orden: “Oiga, no me ha respondido”, o “No ha refutado lo que le he dicho”; y si se hubieran empeñado en seguir rehuyendo la cuestión, nadie les hubiera aceptado que volvieran a hablar, al menos no de esa cuestión. Esta actitud de los políticos no sólo se consiente y no les trae consecuencias, sino que además ha contagiado al resto de la sociedad. Lo habitual es hoy que, si alguien aduce o argumenta algo con suficiente convicción y el interpelado no sabe oponer resistencia, éste finja no haber oído, o es más, finja que nadie ha oído, que las palabras que lo incomodan no han sido pronunciadas o escritas, no han existido. A veces, como mucho, las despacha con ese comodín ridículo de “Esa es su opinión”, como si las opiniones ajenas no nos afectaran y no debieran ser refutadas o contrarrestadas por la propia, eso sí, con argumentos. Hoy es posible asistir a este diálogo: “El sol sale por oriente”. “Ah, esa es su opinión”.

Lo más grave de esta actitud generalizada, y admitida por los espectadores o árbitros, es que pronto, muy pronto, los que se molestan en razonar desistirán de ello, en vista de su inutilidad. Y eso es lo que en el fondo anhelan los políticos y cuantos no soportan disensión ni discrepancia alguna. Hace unos meses leí que ya se había producido un abandono: Félix de Azúa, uno de los mejores argumentadores de nuestro país, anunció que dejaba sus colaboraciones en El Periódico de Catalunya ante la imposibilidad no ya de convencer a nadie de nada, sino ante la evidencia de que sus columnas eran leídas como quien lee llover (no pude ver ese texto suyo, pero sí algunos comentarios sobre él). ¿Cuánto van a durar deslomándose, dándose con la cabeza contra una pared o contra el vacío, los que aún aspiran a tener razón –y, por tanto, a que se les dé– y se preocupan de demostrar que la tienen mientras otro no se la quite con las mismas armas dialécticas de buena ley? ¿Cuánto más durarán sin hartarse los Savater, Ferlosio, Ramoneda, Juliá o Gómez Pin, por mencionar a unos pocos articulistas de este diario, si lo único que obtienen son ladridos en el mejor de los casos y oídos sordos en el peor? ¿Si los gobernantes o los contrincantes no se dan por aludidos aunque hayan sido señalados con el dedo, y no van a sentirse obligados a responder ni a rectificar, y la ciudadanía en pleno se lo consiente? A este paso llegará un día en el que las cabezas pensantes habrán sido anuladas por el agotamiento, el hastío, el desaliento que esta situación produce. Y entonces estaremos aún más desahuciados: aunque ahora no haya respuestas ni reacción, y sólo “balones fuera”, los argumentos todavía existen, y los lectores-árbitros disponemos de ellos. Lo malo de veras será cuando a nadie le compense el esfuerzo, y nadie lleve la contraria a los vacuos que –ellos sí, impertérritos– seguirán hablando, e imponiendo.

jueves, 21 de octubre de 2010

viernes, 15 de octubre de 2010

Nuevo ejército

JUAN JOSÉ MILLÁS 15/10/2010

Esa fotografía en la que Zapatero explicaba humildemente a los señores de Wall Street las medidas que habíamos tomado para calmar su ira, es terrible. El ruido de sables ha sido sustituido por el de la ladronera, pero los golpes de Estado siguen siendo golpes de Estado, los dé un general o un financiero. Sometida al fin la institución castrense al poder civil, los políticos se humillan ahora ante los coroneles de la Bolsa. Si hubiéramos visto a nuestro presidente en semejante actitud frente a los generales del Alto Estado Mayor, nos habríamos echado las manos a la cabeza. Quiere decirse que las pistolas han sido sustituidas por corbatas de seda y los uniformes verdes por trajes de Armani. El resultado final es que a usted y a mí nos aprietan las tuercas (si tenemos la fortuna de que todavía haya margen para apretárnoslas).

A todo esto, hablamos de la globalización como de un tropismo en cuyo crecimiento no hubieran intervenido decisiones políticas de ninguna clase. Aceptamos como inevitable la existencia de los mercados globales al tiempo de afirmar su ingobernabilidad. En otras palabras, ni somos responsables de su aparición ni tenemos margen de maniobra alguno para corregir sus atropellos. He aquí la gran trampa intelectual del fenómeno. Dado, pues, que lo que sufrimos es un desastre natural y no un atraco pistola en mano, los políticos peregrinan hasta los nuevos cuarteles, donde son recibidos por los dioses del dinero, a quienes prometen el sacrificio de equis doncellas y de tantos jóvenes para apaciguar sus ánimos. Pero cuantos más sacrificios les ofrecemos, más se enfadan. No habíamos terminado de rescatarlos de su bancarrota con el dinero del contribuyente (el de usted y el mío) y ya estaban solicitando más vírgenes, más jóvenes, menos déficit. ¿Cómo se somete a un ejército de esta naturaleza?

miércoles, 13 de octubre de 2010

Pagas récord en Wall Street

Según los primeros cálculos son 144.000 millones de dólares, es decir, un 4% más que en 2009

SANDRO POZZI - Nueva York - 12/10/2010

Se acerca el final de año, y empiezan a circular los primeros cálculos de las pagas récord que recibirán los chicos de Wall Street: 144.000 millones de dólares, es decir, un 4% más que en 2009, según un estudio de The Wall Street Journal en base a las remuneraciones en las 35 principales firmas.

De acuerdo con el análisis, las pagas subirán en 26 de las entidades de inversión que operan en Nueva York. Las cuantiosas pagas, que incluyen sueldos, cobertura sanitaria, pensiones y, claro, primas, están vinculadas a los ingresos. El rotativo calcula que la facturación subirá un 3%, hasta los 448.000 millones.

Es decir, las instituciones financieras destinarán de media un tercio de los ingresos a remunerar a sus empleados. La paga récord en 2010 llegará dos años después del terremoto con epicentro en el colapso de Lehman Brothers. La previsión es que estas entidades ganen 61.300 millones, un 20% que el máximo de 2006.

La proyección en las remuneraciones se publica en la víspera de que JP Morgan Chase de a conocer sus resultados del tercer trimestre. Será la primera de los titanes de Wall Street, a la que seguirá la semana próxima Citigroup, Goldman Sachs, Bank of America, Wells Fargo y Morgan Stanley.

Una reciente encuesta de eFinancialCareers ya anticipó que la mitad de los profesionales de Wall Street esperaban este año un aumento en las remuneraciones respecto a 2009. La pagas, por tanto, siguen dando de que hablar. De confirmarse la proyección del Journal, será el segundo récord consecutivo.

Los sueldos desorbitados en el sector financiero y los premios al rendimiento de sus empleados están considerados como uno de los factores que llevaron a los bancos a asumir más riesgo de los debidos, por los beneficios a corto plazo. El pasado verano, EE UU adoptó nuevas directrices en la política de pagas.

La nuevas reglas, sin embargo, no prohíben ningún tipo específico de incentivo ni establece límites a las remuneraciones. Las entidades que recibieron fondos públicos durante la crisis fueron muy criticadas por sus prácticas, pero tras la devolución de las ayudas Washington tiene escaso margen para exigir.

Lo que está por ver ahora es como afectará la inflexión en la recuperación económica y los nuevos problemas inmobiliarios al balanza de los bancos. A lo que se le sumará la reacción de la banca al fin de las rebajas fiscales acordadas por George Bush a las rentas más altas, que expiran a final de año.

viernes, 8 de octubre de 2010

Donde comienza el disparo

08/10/2010 José Zafra Castro

No, no todos los sindicalistas liberados son unos gorrones, ni todos los musulmanes unos terroristas; tampoco todos los curas son pederastas, ni los gitanos son todos unos maleantes. Tal vez nos gustaría que las cosas fueran así de simples, pero lo cierto es que no lo son. ¿Qué nos impulsa a urdir equiparaciones tan burdas? No hay que olvidar que pensamos a través de conceptos, y que los conceptos son mecanismos de simplificación. Su trabajo consiste en decretar que lo meramente parecido es, pese a lo diverso de su apariencia, exactamente lo mismo. El concepto abomina de los matices. Mediante él nos enfrentamos al mundo (al categorizarlo), y también al resto de seres humanos. Poderosas corrientes biológicas nos impulsan en esa dirección, cuyo curso --a estas alturas de la historia-- nos parece imposible de remontar.

Nos convertimos en humanos cuando somos capaces de subir, a través del concepto, de lo concreto particular a lo abstracto en general; pero degeneramos hasta el límite de lo infrahumano cuando, cegados por lo universal, perdemos de vista lo concreto. En cierto modo, no hay dos manzanas iguales, a pesar de que el término "manzana" nos fuerce a realzar lo que hay de común entre ellas para aplastar sus diferencias. Tampoco hay dos liberados iguales, ni dos musulmanes, ni dos curas, ni dos gitanos. Tal vez nos sentiríamos un poco mejor si todos los liberados fuesen unos golfos gorrones, pues el acto de pensar implica un esfuerzo muchas veces penoso, y llegar a la fórmula "todos los X son Y" representa, sin duda, un descanso. Es más, parece que ese afán generalizador está inscrito en nuestros genes, y que nuestra supervivencia como especie depende en gran medida de él. Pero también puede conducirnos al desastre, especialmente cuando nos deslizamos desde el terreno del pensamiento al de la acción.

La política es acción. La acción es tanto más eficaz cuanto más se funda en pensamientos toscos, mal elaborados. Pensar las cosas hasta el final implica una labor de ajuste permanente entre un determinado concepto y lo mentado por él. Esa labor nunca termina. De ahí que la persona que por oficio o por vocación se dedique preferentemente a pensar sea constitutivamente insegura: nadie podrá persuadirle nunca de que aquello que piensa hace verdadera justicia a la complejidad de lo pensado.

El político rompe el flujo del pensamiento en un punto cualquiera, y desde ese punto cumple su misión: actúa. Y actúa sin titubeos. Nada hay peor, cuando se salta sobre un abismo, que dudar de la capacidad que tiene uno para llegar al otro lado. Los políticos saltan continuamente de incertidumbre en incertidumbre, y arrastran a la sociedad con ellos. Hasta cierto punto, es bueno para todos que el político no se paralice en medio de un pensamiento que nunca podrá estar del todo satisfecho consigo mismo.

Ma non troppo . En nuestras sociedades estatalizadas el político es el administrador fiduciario de la fuerza colectiva. De ahí que si en uso de ese poder irresistible decide plasmar en la realidad alguna generalización precipitada (todos los judíos son unos cerdos, todos los tutsis unas cucarachas, los kulaks son enemigos del pueblo), entonces no es que cometa un simple error categorial, sino que perpetra un asesinato en masa. La misión del "formador de opinión" (y uso premeditadamente este término vago en vez del más corriente de "intelectual") es ir desde las instancias particulares al concepto general, y volver de éste a aquéllas todas las veces que sea necesario. Esto no supone disgregar el pensamiento, sino enriquecerlo. De ahí el peligro que generan esos "formadores de opinión" para quienes todos los musulmanes son unos terroristas, todos los liberados unos gorrones, etcétera.

El asesino no es solo el que dispara sobre la cabeza de un judío, o el que desgarra con un machete el cuello de un tutsi, sino también (y yo diría: sobre todo) el que pone a su disposición las armas letales de un pensamiento no lo bastante elaborado. El crimen medra allí donde el formador de opinión escapa a su responsabilidad y elabora pensamientos falaces. Es precisamente ahí donde comienza el disparo.